Es innegable que la tendencia “hipster” es ya una corriente mundial y ha sido una de las pioneras en volver a lo artesanal. La contracultura del producto de escala masivo, las marcas mundiales y los conceptos de eficiencia en la alimentación abren paso a una nueva dinámica. Esta tendencia, influida también por el auge del conocimiento sobre la salud, la dieta y la alimentación ha hecho que los productos artesanales tengan cada vez mayor espacio en los frigoríficos y estantes de las casas de cada uno. Quizás se pueda tomar la cerveza como pionera, pero también las destilerías artesanales que comienzan a proporcionar nuevas versiones de los alcoholes clásicos y por su supuesto, lo “orgánico”. Pero quizás el segmento del mercado más tardío en este sentido son los refrescos, sodas, o bebidas carbonatas (allá cada uno que le dé el nombre que quiera – incluso Coca-Cola o Pepsi). La cambiante población y el grupo conocido como los “millenials” están demandando cada vez más sabores, más exotismo y una mayor experiencia sensorial que la de los refrescos habituales. Aquí han tenido su oportunidad pequeños fabricantes de sodas artesanales. Es cierto que no son totalmente saludables como diría un antiazucarero, pero la mayoría se basa en ingredientes naturales y sobre todo en la ausencia de conservantes, especialmente el controvertido benzoato de sodio, que alarga la vida de muchos alimentos y que suele estar presente en los refrescos convencionales. Sin embargo, al contrario de un establecido segmento como el antes mencionado de la cerveza artesanal, el sector de los refrescos carece de “normas o reglas” que determinen que es y que no es un refresco artesanal. Aun así, esta nueva tendencia (no tan nueva para algunas personas) es sin duda una de las que hay que tener en cuenta, ya que podría ser que en el futuro los estantes estén tan llenos de sodas artesanales y que sean más saludables de las que hay ahora.